Es interesante observar que hay un creciente sesgo hacia «tomar acción» en la vida moderna que afecta otra disciplina probablemente más importante: pensar.
Tomar acción se ha convertido en una elegante retórica que soluciona todos los problemas que podamos tener. La velocidad con la que hoy llega a nosotros nueva información por todos los medios, apoya a que jamás nos detengamos analizar las cosas.
La vida jamás ha tenido un ritmo tan elevado como el de ahora y aunque la tecnología está diseñada para hacer nuestra vida más fácil, también nos invita a incrementar nuestra necesidad de comunicarnos todo el tiempo, causando que nuestro cerebro se aclimate a responder de forma hiperactiva a todos los estímulos.
Mucha de la sabiduría antigua resalta que el propósito de la vida es lograr vivir en un estado de conciencia: cuando vivimos en un estado consciente, nos encontramos menos inclinados hacia tomar acción y somos mucho más propensos a la reflexión.
Pensar es una actividad consciente del cerebro y sin duda es esencial para que la mente se despeje de estar realizando acciones automatizadas.
Pensar es entonces el requisito para romper el ciclo de acción-reacción. Es una actividad necesaria para encontrar soluciones a nuevos problemas o para llegar a nuevas soluciones que se convertirán más tarde en acción.
Si no nos detenemos a pensar y analizar, siempre actuaremos en base a las acciones que hemos tomado en el pasado, de forma mecánica y sin ningún tipo de aprendizaje.
Hoy, el mundo es como es debido a las pocas personas que se detienen a pensar. Es importante glorificar menos el hecho de tomar acción y detenernos un poco de tiempo para analizar nuestros planes y tareas.
Necesitamos tomar decisiones pensadas para realmente poder mejorar en nuestras actividades y sobresalir en las áreas que buscamos.